Se dice que la monarquía fue la primera forma política de gobierno de la ciudad de Roma desde la
fundación que fue el 21 de abril del 753 a.C hasta el final de la monarquía en 510, con la expulsión del
último rey. Durante este período de tiempo fueron siete los reyes, eso dice por lo menos la tradición,
seguramente basada en la mitología con alguna pincelada histórica.
Estos siete reyes pertenecían a dos dinastías: la latina y la etrusca.
Dinastía Latina: Romulo, Numa Pompilio, Tulio Hostilio y Anco Marcio
Dinastía Etrusca: Tarquino el Antiguo, Servio Tulio y Tarquino el Soberbio
RÓMULO, EL PRIMER REY DE ROMA
Tras la sangrienta fundación de la ciudad, Rómulo emprendió la difícil tarea de ampliar su población
para que creciera y prosperara. Abrió las puertas de la ciudad a cualquiera que quisiera formar parte
de ella y como no le importaba su condición o estatus social, solo ladrones, fugitivos, esclavos fugados
o bandidos acudieron a poblar Roma. Llegaron hasta el monte Capitolio donde Rómulo instaló el
llamado asylum, un lugar sagrado de refugio. Pero la ciudad seguía teniendo un grave problema de
supervivencia porque carecía de mujeres, por lo que Rómulo decidió enviar embajadores a las ciudades
vecinas para solicitar que se forjaran nuevas alianzas a través de matrimonios.
Sin embargo los pueblos vecinos no hicieron caso a su invitación, lo que hizo que Rómulo recurriese
al engaño: En las fiestas Consuelas dedicadas al dios Conso (relacionado con Neptuno) se invitó a los
pueblos vecinos para que fueran a Roma a disfrutar de los espectáculos ecuestres y teatrales.
Mientras la gente se divertía Rómulo hizo una señal a sus hombres tras la cual raptaron a todas las
jóvenes vírgenes que pudieron. Según los autores antiguos raptaron a 683 mujeres que se vieron
obligadas a aceptar los matrimonios con los romanos.
Jacques-Louis David 1799
Nicolas Poussin 1637
Rómulo justifica sus actos ante las mujeres achacándolo al orgullo de sus padres por no haber
aceptado previamente los matrimonios. Pasado un tiempo las mujeres sabinas se habían convertido
ya en madres de una nueva generación de romanos. Pero, mientras, sus padres guardaban un rencor
que les hizo marchar contra Roma creando un conflicto en el que ambos bandos tenían bajas sin parar.
Finalmente fueron las mujeres quienes pusieron fin al conflicto interponiéndose entre las armas de
unos y otros.
Tito Livio, Ab urbe condita: “Fue entonces cuando las Sabinas, cuyo secuestro había llevado a la guerra,
despojándose de todo temor mujeril en su aflicción, se atrevieron en medio de los proyectiles con el
pelo revuelto y las ropas desgarradas. Corriendo a través del espacio entre los dos ejércitos trataron
de impedir la lucha y calmar las pasiones excitadas apelando a sus padres en uno de los ejércitos y a
sus maridos en el otro, para que no incurriesen en una maldición por manchar sus manos con la
sangre de un suegro o de un yerno, ni para legar a la posteridad la mancha del parricidio”
“Si estáis pesarosos del parentesco que os une, si lo estáis de estos matrimonios, tornad vuestra ira
contra nosotras; nosotras somos la causa de la guerra, de las heridas y de las muertes de nuestros
maridos y de nuestros padres; mejor perecer que vivir sin unos u otros de vosotros, viudas o
huérfanas”
Rómulo y Tito Tacio, rey de los sabinos, acordaron firmar los acuerdos de paz: ambos fueron
nombrados reyes de Roma y sabinos y romanos quedaron integrados bajo la denominación quirites.
Raptar y violar nunca salió tan barato.
Paralela a esta historia que justifica la violencia machista como método para ganar habitantes e incluso
un rey, tenemos la historia de Tarpeya, la de una joven romana que se enamoró del tipo equivocado.
Otra historia de violencia. Mientras las sabinas permanecían raptadas en Roma y los sabinos intentaban
atacar la ciudad para recuperar a sus hijas-hermanas-etc, ocurrió una curiosa historia, sangrienta
también, como no. Tarpeya era una joven vestal, es decir, una sacerdotisa de Roma. Estas mujeres
entre otros quehaceres tenían el de la castidad, ya que mientras duraba su sacerdocio (casi toda la
vida) no podían tener relaciones sexuales con hombres. Pues bien, la pobre Tarpeya, a pesar de su
condición de vestal se enamoró, con tan mala suerte de que lo hizo del rey de los sabinos, los
enemigos en ese momento de Troya. El rey, que se llamaba Tito Tacio, se reunió con ella fuera de
las murallas de la ciudad. Ella se presentó dispuesta a traicionar a su pueblo y a ayudar a los sabinos,
a cambio del amor del rey y de otra cosa: lo que los soldados sabinos llevaban en su brazo izquierdo,
refiriéndose por supuesto a los brazaletes de oro. Ella cumplió su parte y les mostró por donde pasar
a la ciudad y cuando llegó el momento del pago, los sabinos en lugar de los brazaletes de oro le
lanzaron sus escudos, que también llevaban en el brazo izquierdo. Fue sepultada por todos los
escudos y murió.
Para los romanos es una historia muy ejemplar: las mujeres son débiles y la debilidad conduce a la
traición. Ni siquiera el enemigo podía tolerar la traición a la patria. Además esta leyenda servía para
marcar el origen de una zona del Capitolio conocida como Tarpeium saxum; se trataba de una zona
con riscos y un precipicio de más de 25 metros desde donde eran arrojados los condenados por
traición a la patria.
Tito Tacio y Rómulo continuaron reinando, hasta la muerte de Rómulo, sobre la cual también hay
varias versiones: Según una extendida versión, Rómulo se encontraba arengando a las tropas romanas
en el Campo de Marte (donde siglos después se construiría el Pantheon de Agripa) cuando se desató
una tempestad que oscureció todo. Cuando amainó el rey había desaparecido. Algunos senadores allí
presentes aseguraban que había subido a los cielos con la ayuda de su padre Marte. Menuda suerte.
Otra versión contaba que había sido víctima de un asesinato por parte de los nuevos ciudadanos de la
ciudad. Una tercera proclamaba que, tras haberse convertido en un tirano fue asesinado y
descuartizado por los patricios de la ciudad. Cada patricio habría cogido una parte del cadáver,
lo habría escondido bajo sus ropajes y los habrían enterrado en lugares distintos para que nadie
pudiera encontrarlo.
Fuera cual fuera la historia real (un poco más probable el asesinato que el ascenso a los cielos) el
pueblo estaba afligido por la desaparición del rey. Aún así, pronto un campesino de Alba Longa dijo
haber visto a Rómulo descender de los cielos para hablarle y decirle que Roma estaba destinada a
ser la capital del mundo. Esto confirmaba la transformación divina de Rómulo en Quirino, una divinidad
protectora de los romanos cuyo templo se encontraba en la colina que llevaba su nombre.
Y por supuesto, les llenaba el corazón de orgullo pensando en su futuro prometedor. Esta divinización
del rey, aunque para nuestros ojos resulte increíble, tenía bastante aceptación entre el pueblo romano y
además no era un caso aislado: El rey Latino se había convertido en Júpiter Lacial, Eneas en Júpiter
Indiges. Posteriormente también asistirían a la divinización de Julio César y Augusto.
Una curiosidad relacionada con el primer rey de Roma, su casa, la denominada Casa Romuli:
se trataba de una cabaña hecha de paja y madera que se conservó durante toda la antigüedad en la
creencia de que ese había sido el hogar del fundador de Roma. Estaba situado en la esquina suroeste
de la colina Palatina. Cuando la estructura original quedaba dañada por las condiciones climáticas
se reconstruía siguiendo las mismas técnicas arcaicas.
Tras su muerte y un año de interregno los romanos volvieron a tener rey. A partir de entonces
encontramos una serie de reyes creados por la tradición cuyas biografías se generaron de forma
paulatina, basando quizá los nombres en personajes reales del pasado pero moldeando a su placer
las personalidades para que encajasen con los conceptos más propicios para el honor de Roma.
La duración de los reinados también era bastante increíble. La esperanza de vida en esa época era
de 30 años de forma habitual, 50 en situaciones extremadamente afortunadas. De ninguno de los
reyes se dice que reinase menos de 24 años, incluso de Servio Tulio se dice que reinó 44. Además,
los números elegidos parecen esconder el interés por la numerología que tenían los romanos.
NUMA POMPILIO
Fue un sabio rey de origen sabino sobre el que la tradición dice que asentó las bases legales,
sociales y religiosas de Roma. Ejerció el poder en total paz y armonía. Se dice que las puertas del
templo de Jano siempre permanecieron cerradas durante su reinado, señal de paz, algo que no volvió
a repetirse hasta la época de Augusto.
Bajo su mandato se crearon todas las instituciones del mundo romano: creó el calendario que lo regiría
hasta que Julio César lo mandó sustituir; instituyó los collegia de los pontífices, las vestales,
los salios y los flamines.
TULO HOSTILIO
La etimología de su nombre ya denota su tendencia a la hostilidad, algo que no es en absoluto casual.
Durante su mandato destacó la conquista y posterior destrucción de la ciudad de Alba Longa. Cuando
el ejército romano y albano estaban a punto de enfrentarse acordaron que el resultado de la batalla se
decidiría con un singular combate entre dos grupos de trillizos (curiosa coincidencia) de Roma
(los Horacios) y otro de Alba longa (los Curiacios).
Jacques-Louis David 1789
Aunque los Curiacios comenzaron ganando y mataron a dos Horacios, el que quedó vivo consiguió
enfrentarse uno a uno a sus contrincantes y matarlos. Pero esta historia no tuvo un final feliz:
Cuando el Horacio regresó a Roma encontró a su hermana llorando por la pérdida de uno de los
trillizos Curiacios de los que estaba enamorada. Horacio se enfureció tanto que la asesinó. De esta
manera el héroe se convirtió en villano para su pueblo y fue juzgado, aunque su padre suplicó perdón
y conmutaron su pena de muerte por un sacrificio a los dioses. De nuevo además, tenemos a una
mujer enamorada del enemigo, qué casualidad.
Más adelante la ciudad de Alba se volvió a revelar contra Roma, pero Tulio Hostilio la destruyó e integró
a sus habitantes en la propia Roma. El rey y toda su familia murieron en el incendio de su casa
provocado por un rayo de Júpiter, según la tradición: Júpiter estaba harto de las contínuas guerras y
su falta de rigor en la religión. La realidad fue seguramente que el futuro rey de Roma, Anco Macio,
incendió su residencia para tomar el poder.
ANCO MARCIO
Era el nieto del rey Numa y la tradición le asignó un papel conciliador que consiguió aunar elementos
de todos los reyes precedentes. Decidió fijar las prácticas religiosas en la guerra.
La información de los tres reyes que restan, Tarquinio Prisco, Servio Tulio y Tarquinio el Soberbio quizá
sea la más realista, dado que el tiempo que hay entre sus reinados y la época en la que los romanos
comenzaron a poner por escrito su historia es menor. De todas formas no deja de estar repleta de
elementos mágicos y justificaciones. Estos tres últimos reyes representan la importante influencia
etrusca que vivió Roma en ese momento.
SERVIO TULIO
Era hijo de una esclava del palacio de Tarquinio Prisco. Se cuenta que una noche mientras dormía
siendo bebé una llama envolvió su cabeza sin dañarlo ni quemarlo y no desapareció hasta que el niño
despertó. Por supuesto, esto fue tomado como un presagio y fue criado en la casa real y cuando fue
más mayor se casó con la hija del rey.
Años más tarde, los hijos del anterior rey Anco Marcio, mal hirieron a Tarquinio Prisco junto a su
palacio: su mujer lo recogió e intentó curarlo pero finalmente murió. Aún así Tanaquil, su mujer, y Servio
Tulio tramaron un plan: dijeron que el rey estaba enfermo y Servio Tulio lo sustituiría como rey regente
hasta su recuperación. Así lo hicieron durante un largo período durante el cual el pueblo se habituó al
nuevo rey y le tomó cariño por su humilde origen. Cuando por fin dieron la noticia del fallecimiento de
Tarquinio Prisco, todos habían aceptado a Servio Tulio con naturalidad. Todos excepto su propio hijo,
que casado a su vez con la hija de Servio Tulio de nombre Tulia, comenzaron a instigar al pueblo en su
contra, sobre todo a senadores y magistrados haciéndoles ver que apoyaba más a los humildes que a
la gente de la alta sociedad. Finalmente en un enfrentamiento en palacio Servio Tulio quedó malherido
y fue asesinado en plena calle camino de su casa. La tradición cuenta que incluso su hija tras saludar
al nuevo rey (su marido), atropelló el cadáver de su padre con el carro cuando iba camino a casa.
Tulia cabalga sobre el cadáver de su padre, Jean Bardin 1765
TARQUINIO EL SOBERBIO
Desde luego el reinado de Tarquinio, a quién darían de sobrenombre el Soberbio no comenzaba bien y
continuó de la misma forma: gobernaba y legislaba sin consultar al pueblo y al senado, derogaba las
leyes de sus antecesores y se deshacía sin miramientos de cuantos adversarios políticos pudieran
surgir. Para protegerse del odio generado, se rodeaba permanentemente de la guardia de muchos
hombres que custodiaban su palacio noche y día y que lo acompañaban a todos los sitios.
Fue un hombre receloso y desconfiado que tan solo actuaba si los dioses aprobaban todas sus
acciones previamente mediante auspicios. Su continua paranoia le llevó a pensar que estaba
observando continuamente sucesos extraños, que nosotr@s denominaríamos paranormales,
y ell@s denominaban prodigios, como por ejemplo que unas águilas habían sido descuartizadas
por unos buitres en su jardín o que una serpiente se había deslizado por una columna de madera del
palacio.
Su nerviosismo constante le hizo desconfiar de sus habituales adivinos etruscos y romanos y sólo
acudía al oráculo de Delfos para solucionar sus problemas. Envío allí a dos de sus hijos, Tito y
Arrunte junto con su primo Lucio Junio Bruto. Además de las preguntas encargadas por el rey, los tres
óvenes decidieron preguntarle al oráculo quien de ellos conseguiría el trono de Roma. La respuesta del
oráculo fue la siguiente:
El poder supremo de Roma lo tendrá´aquel de vosotros que primero dé un beso a su madre.
Lucio Junio Bruto decidió hacer algo sagaz: dió un beso a la tierra, pensando que esa era la madre
que merecía el beso profetizado. Recordemos su nombre: Lucio Junio Bruto.
Cuando los enviados a Delfos volvieron a Roma se encontraron con que la ciudad estaba en guerra
(qué raro) con una ciudad llamada Ardea. Fueron al campamento donde se encontraron con el otro
hijo del rey, Sexto Tarquinio, un familiar suyo llamado Tarquinio Colatino y otra serie de hombres.
Todos hablaban sobre sus esposas y cada cual defendía que la suya era la más virtuosa. La discusión
llegó a tal nivel que decidieron comprobarlo, y fueron casa por casa a ver qué hacían sus esposas.
Todas estaban en alegre y poco decoroso banquete, excepto Lucrecia, la esposa de Tarquinio Colatino:
ella tejía la lana en casa, como mandaban las leyes de la moral (qué aburrimiento).
Esa visita despertó en el hijo del rey, Sexto Tarquinio, un deseo al que no quiso poner freno, cordura
ni empatía y una noche mientras aún duraba el conflicto y su marido seguía ausente, se presentó en
casa de Lucrecia. Ella lo recibió como un huésped y tras cenar lo invitó a alojarse en la casa.
Pero de noche, cuando ya todos los esclavos dormían, Sexto Tarquinio asaltó a Lucrecia y la amenazó
con un cuchillo: iba a violarla y esperaba su silencio, porque sino era así la asesinaría, a ella y a uno de
sus esclavos y prepararía la habitación de tal modo que todo el mundo pensase que el esclavo y
Lucrecia habían sido asesinados mientras mantenían relaciones sexuales.
Parece que a Lucrecia le importaba más su “honra” que su vida, por lo que permaneció en silencio
mientras duró el ataque. Al día siguiente fue en busca de su padre y su esposo y los encontró junto a
Lucio Junio Bruto (el que besó la tierra, ¿os acordáis?) Les contó lo sucedido entre lágrimas de horror,
y dijo no sentirse culpable por que solo se había resistido a la muerte por honor. Obligó a los hombres
presentes a tomar venganza por lo sucedido y acto seguido se clavó un cuchillo y murió ante ellos.
Su padre, su esposo, y Junio Lucio Bruto cogieron su cadáver y lo llevaron al foro romano donde
explicaron a la multitud lo sucedido: en los corazones de los roman@s emergió el odium regni.
El rey y su familia fueron expulsados de Roma, excepto el violador Sexto Tarquinio a quien asesinaron
en venganza. Según cuenta la leyenda este fue el final de la monarquía: la violación y posterior sacrificio
de una joven inocente dieron comienzo a la monarquía.
Y como no, el oráculo de Delfos tenía razón: Lucio Junio Bruto y Tarquinio Colatino son, según la
tradición romana los primeros cónsules de la República romana.
Tiziano, 1571
Damia Campeny